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San Francisco

En el corazón mismo de la pintoresca Antigua Guatemala se erige majestuosa la iglesia de San Francisco el Grande, un verdadero tesoro arquitectónico y cultural que atrae a numerosos visitantes. Su esplendor barroco, materializado en impresionantes tallas y detallados bocetos, la convierte en una de las joyas coloniales más opulentas en cuanto a arte y tradiciones de la región.

La rica historia de San Francisco se entrelaza con la llegada de los franciscanos a la Capitanía General de Guatemala en el año 1530. Como una de las primeras órdenes religiosas en establecerse en la comarca, se les asignó la supervisión de 120 aldeas por parte de las autoridades civiles. Su influencia se expandió rápidamente, culminando en la construcción de un santuario en la aldea de Santa Ana, desde donde canalizaron el vital recurso del agua hacia la capital. Sin embargo, fue en 1541 cuando los franciscanos decidieron trasladarse al Valle de Panchoy y erigir una capilla en el lugar que hoy ocupa la Escuela de Cristo. A pesar de sus esfuerzos, esta edificación sufrió graves daños en 1565, lo que llevó a una década de arduo trabajo para recolectar fondos y erigir un nuevo santuario apenas a dos cuadras de distancia en 1579. Los vestigios de esta antigua obra, quizás los únicos testimonios del siglo XVI en la capital, aún se pueden contemplar junto al santuario actual, como recuerdos de la construcción más antigua de la ciudad.

San Francisco el Grande se convirtió en un centro destacado de devoción y cultura en toda la comarca. En el Colegio de San Buenaventura, ubicado en lo que hoy son las ruinas del monasterio, se impartían cursos de teología, leyes, filosofía, física y matemáticas. Este colegio atrajo a renombrados imagineros y pintores de la época colonial, entre ellos destacan los nombres de Cristóbal de Villalpando, Thomas de Merbo y Abonzo de la Paz.

La edificación de la capilla y el claustro de San Francisco el Grande se extendió a lo largo del siglo XVII. La terraza de madera de la capilla, construida en 1674, esculpida con delicadeza, es considerada una de las obras más exquisitas de la arquitectura guatemalteca de la época. El claustro albergaba una ermita perfectamente diseñada, una biblioteca, espacios dedicados a la música y al arte, e incluso una imprenta. El claustro franciscano se convirtió en un punto de encuentro para estudiosos y artistas, un espacio donde las mentes creativas convergían. En 1684, se erigió un impresionante dispensario de tres pisos, diseñado para resistir los embates de los terremotos de 1691. La restauración de la edificación comenzó de inmediato y se adornó con pinturas divinas, estatuas y retablos de la época. La obra de expansión continuó, dando forma a una estructura que abarcaba una ramificación de más de cuatro manzanas, posteriormente a su inicio en 1702.

Hoy en día, San Francisco el Grande sigue siendo un lugar de gran concurrencia. La iglesia, con sus impresionantes tallas y elaborados bocetos barrocos, permanece como una de las capillas más suntuosas en arte colonial y costumbres de Antigua Guatemala. Su historia rica y su esplendor arquitectónico continúan maravillando y cautivando a visitantes y lugareños por igual.

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