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El Arco de Santa Catalina

 

El Arco de Santa Catalina, un monumento icónico de la Antigua Guatemala, es una estructura que se erige como un testigo silente de la rica historia colonial de esta ciudad. Su origen se remonta a la necesidad que surgió en el primer monasterio de monjas en Santiago, conocido como La Concepción, de establecer un monasterio adicional. Esta demanda se materializó en el año 1609, cuando cuatro religiosas de La Concepción obtuvieron la autorización para fundar el monasterio de Santa Catalina Virgen y Mártir. Lo que comenzó con un pequeño grupo de religiosas en 1609, para 1631 ya había crecido a cincuenta y dos, y esta cifra continuó aumentando con el tiempo.

El monasterio se ubicaba a solo dos cuadras de la Plaza Mayor de la ciudad, en una de las calles más importantes, lo que lo hacía fácilmente accesible para las religiosas y visitantes. A medida que el claustro se expandía, también aumentaba el número de novicias que se unían a la comunidad.

En 1693, las religiosas solicitaron permiso al Concejo Municipal para ocupar la calle contigua al monasterio y construir un colegio. Sin embargo, la solicitud fue rechazada debido a que bloquear la calle habría obstaculizado el camino hacia el monasterio de La Merced. Para resolver este dilema, se construyó el famoso Arco de Santa Catalina. Este arco tenía un propósito dual: servía como un pasaje cubierto que permitía a las abadesas y religiosas trasladarse desde el claustro y la capilla hasta el colegio, sin ser vistas por los transeúntes, cumpliendo así con su ordenanza de mantener su privacidad.

El claustro de Santa Catalina continuó prosperando y alcanzó su máxima ocupación de 110 religiosas en 1697. Sin embargo, con el tiempo, la comunidad religiosa en el monasterio disminuyó, llegando a tan solo 49 religiosas después de 50 años debido a la creación de otros claustros en la ciudad.

Hoy en día, aunque muchas partes del monasterio original, incluyendo la capilla y el claustro, se encuentran en ruinas, el Arco de Santa Catalina ha sobrevivido y ha sido restaurado en varias ocasiones. Una de las restauraciones más destacadas se llevó a cabo en 1853 bajo la iniciativa del Corregidor José María Palomo y Montúfar. Más tarde, en el siglo XX, el Alcalde de la Ciudad, el Señor Guillermo Arzú Matheu, supervisó otra restauración que le devolvió su esplendor.

El Arco de Santa Catalina es mucho más que una estructura arquitectónica. Es un tesoro histórico que captura la esencia del estilo colonial de la ciudad y evoca la nostalgia de tiempos pasados. Su iluminación nocturna, en particular, transporta a los visitantes a una época de esplendor colonial y lo convierte en un punto focal para quienes exploran la herencia histórica de la Antigua Guatemala.

El Arco de Santa Catalina